HABITADA DE PENUMBRAS - III
III
Me niego a evaporarme en los ignorados litorales del olvido.
Si no estuviera tan llena de misterios, tan herida,
te musitaría en el rumor de las escarchas
y encendería los candiles del sendero.
Pero ya no platico para nadie.
Como noches imprevistas las azucenas degeneran en esta pesadilla.
Tratan de transcribir
el intangible enigma de sus días,
los recuerdos inexorables de su vida.
Es como el último redivivo de un cataclismo.
Por eso le beso las mejillas.
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