La Casa Abandonada
La Casa Abandonada
Yo vengo a abrir las ventanas de la casa abandonada
y tu nombre cede a los deslices como un torbellino alienado.
Mi voz, que se estrella contra una lápida,
imita el abordaje de los albatros contra el faro
Ceremoniosa y desconfiada salgo de mi clausura,
asciendo por las escaleras corroídas por el rigor de los inviernos
y descubro agradecida el espectáculo de un diáfano horizonte.
Los álamos y los sauces crecen lejos
arriesgándose en el reino de los almarjales
entre las nieblas lánguidas que surgen al caer la noche.
Son las marismas del agua recién llovida
las que aquietan los murmullos alucinados
que se extienden por las estancias
y predicen las serenas cadencias del alba,
las que nos traen las horas cuando, entre suspiros,
los dos nos habitamos con nuestro silencio enamorado.
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© MAR – San Valentín 2012
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