¡Déjame amarme!
Lentamente huye la tarde y por las callejuelas,
-desconsolado-
un suspiro se ofusca o se contiene bajo
la luz sin luz.
Sobre las hojas altas de los
árboles
–letal y tembloroso-
muere el anciano sol y los pájaros perfilan
-con sus acrobacias-
un retrato entre el grisnaranja del
crepúsculo.
En el silencio he oído tus sollozos:
en tus labios ley del hielo que me niega
por quién lloras
y entre la bruma distante silba el
tren en tanto dices:
Yo soy tu buen dolor,
¡déjame amarme!
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©MAR – Febrero,2010
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