. La Bahía de Mar: Indah-Encadenado

sábado, mayo 20, 2006

Indah-Encadenado

Entre febrero y abril de 2003, Indah y yo iniciamos una serie de encadenados que salieron así, de esta manera. Estos no son los primeros pero como Indah hacía alusión al poema de Paulina Vinderman con el que iniciaba este poema pues aquí va. Era la respues a uno mío que inicié con una estrofa de Pedro Salinas y que colgaré después. Nosotras disfrutamos como enanas, y yo también sufrí ¿eh? que seguir a Indah es complicado. ----- "Íbamos a tomar el vino del atardecer sentadas en el piso, a desplegar el dolor y los amores literarios como un mantel: algunos agujeros y colores seguros. Dos mujeres expulsadas del idioma, de la fiesta, de una terca latitud." Paulina Vinderman. Pero hay un silencio inagotable que rompe la soledad líquida de una nube cuando se estrella contra los cristales. Y formas inalcanzables, extrañas formas, perfiles escondidos, y un rayo fino como un hilo, que ovillo por separado, para que, a la hora de bordar poemas, nadie se confunda. "se acurruca en los rastrojos de mi alma como si fuera..." Me acurruco en lo desconocido robado a sabe quién, a sabe qué, arrancado, desarraigado y desde allí, miro la luz y pienso en los colores, ellos no pelean ni lucha entre sí, sólo toman su sitio, el que les corresponde para ser parte; para ser todo. Para ser parte de un todo, sin exclusión alguna de credo, raza o condición, toda mi alma desea ser color. "se acurruca en los rastrojos de mi alma como si fuera muerte calle sueño estrella" pero como sombra sin su sombra, soy, a veces, noche recostándome en el día bajada cuando soy subida lucha a brazo partido con la suerte (o con la muerte) ¿Qué respuesta pueden traer las hojas de un otoño que alguien ha olvidado, que no sean un dolor tan antiguo como nuevo? El viento lo ajusta a mi vestido, y el desaliento lo ciñe a mi cintura. Las hojas trepan de nuevo en primavera por las ramas, y mientras, tú -me digo- de trapecio en trapecio, apostando contra la gravedad, pisando levemente, dejas caer semillas pequeñas como granos de mostaza: el viento las dispersa, oh prodigio, hacia donde convergen todos tus itinerarios, donde todos lo árboles mueren sin remedio, y los vacíos, para dejar de serlo, se llenan de vacío. «Toda el alma para ti», ( dijo Salinas) "Y siento que no tienes ausencia ni casa ni raza ni nada", sólo tengo un azul marino que me acerca y un azul oscuro que me aleja (rozándolos apenas, se quedan -ambos- entre mis labios.) Pero veo mi huerto, una linde, un horizonte tirando a gris; y sé que todo me pertenece, la voz y la palabra, el aire que respiro, las montañas que se extienden, la nube, el sol, la garza. Por eso me rescato de esta lluvia clara y con un hilo azul de cielo, hilvano mis costuras: un zigzag de puntaditas pequeñas, y oculto entre mis manos una madeja sin principio, sin fin, para mañana. "En este instante (que) huele a siempreviva" mientras apunto de ser, Abril me arrastra entre sus manos, de puntillas, por no herir, las aves posaron sobre mí el plumón más fino, el más suave, de sus alas, y con sus finas garras, horadando el tiempo, en el recodo donde empieza y termina la noche, anidaron: habría de ser faquir y aún así, serían profundas las heridas. Mientras tejo estos pensamientos, la rueca que alguna vez me hiló me olvida en el centro del ojo de una aguja que me borda indefinidamente al cañamazo: petit point , pétalos de rosas, ligero aroma a clavo y frasquitos que guardan espuma de olas, aire de mis montañas, briznas de hierba húmeda, y su voz -su voz- bálsamo milagroso que todo lo cura. Desato mis sandalias y sacudo el polvo de mil pueblos: lavo mis manos y mis pies, mi cuerpo, en el río que regresa al pasado, llevándome parte de él en el borde -empapado de río- de mi túnica. Porque es mío, porque me pertenece. Y porque los sueños también sueñan: con praderas inmóviles y manadas de búfalos que no pasen como un suspiro ante sus ojos; con aprehender la magia de aquel instante irrepetible que, tras de sí, aún tiembla entre rieles (camino de hierro son sus manos), los monto a horcajadas, clavo las espuelas en las ijadas a este caballo de cartón, y lo hago volar como a Bucéfalo, dando la espalda al sol para que jamás, jamás, vuelva a temer las sombras. ¿Quién eres, me preguntan? Y me quedo pensando la respuesta: no soy, lo sé, lo que lo demás piensan, mas, ¿cómo negárselo si no tengo respuestas? ¿quién soy?, pregunto mientras aparto leyes y preceptos, y principios, y normas, y educación, ¿Quién soy? ¿Quién eres, yo? Y aún herida, acaricio vértices y aristas, palpo cada prominencia, cada hueco, buscando la última revelación mesiánica en el alma -la única pura que conozco- del granito. Y me ilumina el fuego de San Telmo para escribir esos versos, ¡ay!, ésos, esos versos: está la tarde gris, brumoso el rumbo de mi vida y -a la deriva- sobre las páginas de un libro. desperdigo por un cementerio de letras, mis cenizas. «Toda el alma para ti», pero en el pecho siento un vacío que sólo me lo llenará ese alma que no me das. (Pedro Salinas)" El vacío, Don Pedro, como la tristeza: "Es un puñal. O una navaja que acerca su filo al pecho mientras en la calle llueven flores, negras." Xosé Carlos Caneiro ©Indah

2 Comments:

Blogger indah said...

Aquí debería haber una respuesta mía. Por alguna razón no está, o yo no la veo.

Caray. Gracias, Mar. Y qué razón tiene Xosé Carlos Caneiro: el vacío, Don Pedro, como la tristeza: "Es un puñal. O una navaja que acerca su filo al pecho mientras en la calle llueven flores, negras." Tremenda imágen.

A Xosé Carlos Caneiro me lo descubrió Joshua.

21/9/06 10:05  
Blogger Mar said...

Querida Indah, gracias por acercarte a la bahía.
Ésta era tu respuesta a otro encadenado mío y es que fueron varios, bastantes, y en su día yo no los guardé en orden y ahora tengo un cacao tremendo.

Fueron poemas improvisados, arrancando versos a geniales poetas para apoyarnos en ellos como si fueran muletas, y los disfrutamos como enanas ¿verdad?

A ver si con calma consigo ordenarlos.
Besos, guajina.

21/9/06 10:32  

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