MEMORIAL
Con canciones y brasas
dejábamos transcurrir la noche
entre lisonjas y caricias.
Cincelamos en nuestra piel el deseo
y la lujuria se hizo costumbre.
Me trastorna ahora la memoria de tu tez,
lánguida y alba,
tu mano desertada en mi mano traicionada,
el acero de tus ojos mortecinos,
la extraña vacuidad de nuestras voces.
Hoy nos asedian los rompientes del tiempo,
bajel sin amarras ni ataduras,
y en el horizonte —esculpida en el viento—
la presencia de tu escoria maldita,
de tu rencor subterráneo buscando
los vestigios de nuestro amor
entre mis piernas.
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©MAR
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